LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN EL DEPORTE

En la antigüedad: La participación de la mujer en el deporte no es nada nuevo; Incluso en sociedades sumamente machistas como la griega en la época clásica se organizaban encuentros exclusivamente para mujeres; por ejemplo en la ciudad de Esparta, competían en carreras, luchas, lanzamiento de disco y de jabalina.

Con los romanos el deporte tomó un giro sangriento, por tal razón a las mujeres solamente se les permitió practicar esgrima, natación, gimnasia, juegos con aro, pelota, entre otros. Su participación era considerada dentro del ámbito de la cultura física, o sea como recreación, ya que la competencia femenina no existía. Durante la Edad Media el deporte casi desapareció, pero se recuperó para los hombres en el siglo XIX y para las mujeres después de la Primera Guerra Mundial. Los primeros juegos mundiales femeninos se llevaron a cabo en 1922; después, en los Juegos Olímpicos de 1924 se admitieron 136 mujeres atletas, y para 1928 fueron aceptadas definitivamente en el movimiento olímpico.

Diferencias físicas: Es obvio que entre la mujer y el hombre no solamente existen diferencias físicas; también las hay en los ámbitos psicológico, fisiológico y biomecánico. Muchas de las reglas de los deportes, en los que la participación femenina se ha incrementado, se han modificado, ya que anteriormente se estimaba que la capacidad para el esfuerzo físico disminuía en las mujeres después de la pubertad. Dichos conceptos son completamente falsos, porque a partir de los años setenta los estudios sobre desempeño físico en las mujeres han demostrado la falsedad de las antiguas creencias, lo que ha dado paso a las nuevas perspectivas de la mujer en el deporte.

Hoy día se tiene la certeza de que las mujeres que intervienen en deportes competitivos son más independientes, autónomas y tienen un mejor desarrollo individual y social. Desde el punto de vista social, en un principio la mujer fue excluida de la práctica deportiva por factores definidos e impuestos por el hombre. Y en ocasiones eran las mismas mujeres quienes construían e imponían los mecanismos excluyentes a través de diferentes ámbitos, como la educación, la cultura, la religión, etcétera.

Actualmente la mujer practica todos los deportes; pero, aunque parezca increíble, aún es excluida de algunos por considerarlos rudos o poco femeninos.

En México persiste aún gran discriminación hacia las mujeres que gustan de practicar deportes considerados poco femeninos, tales es el caso de las boxeadoras, levantadoras de pesas, físico constructivistas, etc. No obstante, dicha discriminación no tiene razón de ser, ya que en las últimas olimpiadas (Atenas 2004) quedó comprobado que las mujeres mexicanas pueden ser mucho más capaces que los hombres, de obtener mejores resultados en justas deportivas internaciones de primer nivel.

Obstáculos: En México todavía existen obstáculos para que puedan ejercitarlo en igualdad de oportunidades. Las deportistas mexicanas no solamente deben esforzarse para mejorar sus tiempos y rendimiento, sino también tienen que afrontar algunos estereotipos y prejuicios que limitan su participación. Esto viene desde la infancia y las barreras sociales que muchos padres y madres imponen a sus hijas, limitando su desarrollo físico, intelectual y social.

Paso firme: Sin embargo, la presencia de las mujeres en el deporte va con paso firme, su constancia y dedicación está rindiendo frutos, ya que el 45% de la delegación mexicana en los recientes Juegos Olímpicos de Atenas fueron mujeres, mismas que obtuvieron mejores resultados al conseguir 3 de las 4 medallas, y 19 de 34 preseas en los Juegos Paraolímpicos.

El desarrollo de la mujer en el deporte ha sido en los últimos años, una constante de esfuerzo, disciplina y respeto por alcanzar la igualdad de oportunidades en relación a los valores. Las deportistas mexicanas han logrado consolidar sus esfuerzos al ganar espacios deportivos en donde no sólo figuran por su presencia, sino por sus exitosos resultados. Fútbol, boxeo, atletismo, golf, ciclismo, alpinismo y hasta halterofilia, son deportes practicados por un número cada vez mayor de féminas que, impulsadas por el éxito de las figuras del deporte mexicano, encuentran en dichas disciplinas la motivación para trazarse metas y alcanzar triunfos.


Un ejemplo de la favorable evolución de las atletas mexicanas en el deporte de alto rendimiento son los eventos que reúnen a las grandes figuras del orbe, como son los campeonatos mundiales de las diversas especialidades y las justas olímpicas, en donde nuestras compatriotas han realizado grandes proezas: la medalla de oro de Soraya Jiménez en Sydney 2000, las medallas de plata de Ana Guevara y Belén Guerrero, así como la de bronce conseguida por Iridia Salazar en Atenas 2004, el pase al Mundial de Fútbol conseguido por la selección femenil, el segundo lugar en el campeonato mundial de ciclismo obtenido por Nancy Contreras, son sólo algunos ejemplos de lo que se puede lograr con constancia y dedicación sin importar el género.

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